A mis abuelos...
jueves, febrero 04, 2010
Mis padres son de Margarita. Mis abuelos vivieron siempre allí. Los visitábamos cada año, religiosamente, en vacaciones. Ya cuando entré en la universidad y sobre todo cuando empecé a trabajar, dejé de ir a la isla porque no tenía tiempo.
Hace como 4 años, la empresa donde trabajaba me iba a enviar a Barquisimeto a trabajar un fin de semana, pero yo pedí que me enviaran a Margarita porque tenía ganas de ver a mis abuelos. “Ya están viejitos y yo no sé cuándo los volveré a ver…” decía yo. Pero una voz interna me corregía y decía “yo no sé si los volveré a ver…”
Vestido de saco y corbata por la naturaleza de mi trabajo, salí de la oficina y me fui a visitarles. A mi abuela Eme, la tuve que ir a visitar en la clínica porque no se encontraba bien. Después que la saludé y me devolviera el saludo con cierta timidez y saludar a mi tía, fui un momento al baño. Mi tía me contó que en ese momento mi abuela le preguntó
- Y ese muchacho tan buenmozo, ¿quién es?
- Maíta… es Otto – respondió mi tía.
Salí del baño y la señora tímida de 3 minutos atrás, me abrazó, me dio la bendición y mientras hablábamos no dejábamos de hacernos cariño (algo que no recuerdo haber hecho mucho), nos sobábamos mucho las manos, la cara. La viejita veía a un hombre hecho y derecho enfundado en un traje… le había costado reconocer al nieto al que le cambió pañales, con el que jugó de todo, el que tantas veces la visitó, con el que tantas veces compartió regalos, en fin, al nieto al que tanto quería.
No pude quedarme con ella mucho rato más, porque se la llevaban a otra clínica a hacerle unas radiografías y, a la hora de su regreso, ya estaba fuera del horario de visita. Así que me fui caminando a casa de mis abuelos, a ver si me encontraba con el viejo.
Lo encontré como lo recuerdo siempre: sentado en la puerta de la casa, saludando al que pasaba y le decía algo.
- Adiós CachaBlancaaaa!
- Adiós mijoooo – respondía él, en esos tan típicos saludos de pueblo oriental.
Me paré frente a él, lo tomé del brazo:
- Abuelooo! Bendición…
- Dios lo bendiga hijo…
- Cómo estás?
- Bien, en la lucha…
Sus palabras sin mucho cariño y algo lejanas me parecieron raras. En ese momento, mi tío, que tiene su consultorio en la misma casa salió, me vio y me saludó con un abrazo y me preguntó por mis cosas, un primo que estaba ahí se burló de la “pinta de rico” que tenía y pasamos a la sala de espera. Mientras hablábamos, entró mi abuelo y desde la puerta, con los brazos abiertos dijo:
- Mijo querido! Dios te bendiga! No te reconocí! Estos ojos del coño que ya me fallan mucho!
Resulta que mi abuelo le preguntó a mi primo quién era yo y él le respondió: “Paíto, es Otto”. Nos sentamos a hablar mi tío, mi abuelo y yo de la vida, de cómo me iba, de qué hacía yo de sorpresa en Margarita y con esa pinta! Hablamos un ratote. El viejito también veía a un hombre hecho y derecho enfundado en un traje… le había costado reconocer al nieto al que visitaba en Punto Fijo, al que buscaba todos los días al colegio, con el que jugó béisbol y al que le enseñó mucho del juego, el que lo veía sentado en el porche de la casa oyendo el juego y sabía cuándo estaba perdiendo el Magallanes porque lo veía irse a acostar tempranito o si estábamos ganando, se quedaba despierto hasta que se acabara el juego! En fin, al nieto que tanto quería.
Al día siguiente regresé a Caracas.
Resulta que la bendita voz interna tuvo razón. Ya no los volví a ver. En diciembre de 2007, cuando vine a Barcelona a la entrevista para mi postgrado, mi abuela Eme murió. Tenía 95 años, casi nada. Mi hermano y mi papá se encargaron de acompañar a mi mamá en los trámites, pero sobre todo, en el dolor. Yo regresé a Venezuela muy triste por no haberlos acompañado esos días.
Y ahora, el sábado, a sus 97 años, mi abuelo Angel murió. Justo el día antes había preguntado por él y me habían dicho que se había sentido un poco malito, pero que estaba mucho mejor, de buen ánimo y comiendo bien. Que vaina. Cuando me enteré me sentí muy triste y me dí cuenta de que fue el abuelo con el que más tiempo compartí. Lástima que fue en mi adolescencia, ese período donde no vemos la fuente inagotable de sabiduría que estos seres arrugaditos pueden llegar a ser.
Se fue al día siguiente del último partido de la final Caracas-Magallanes. Perdimos… por eso se fue a dormir tempranito. Estoy seguro de que si hubiéramos ganado, aún estaría vivo, esperando a ver qué hacíamos en la serie del Caribe en su Margarita natal.
Abuelos, los quiero mucho. No se pongan a pelear allá en el cielo!
Gracias por la bendición que fue haberlos tenido en mi vida...